Por Sarah MacLaughlin. Trabajadora social y educadora de padres.
Cuando tu hijo te mira fijamente a los ojos y te dice: "No, no voy a hacerlo", "Te odio" o "No puedes obligarme", sientes que te está desafiando y no sabes cómo actuar. Tranquila, no eres la única.
No obstante, puedes llevar mejor este comportamiento incómodo si tratas de que la relación con tu hijo se base en la motivación más que en las consecuencias negativas y en el castigo. Aquí tienes siete estrategias que te ayudarán a no desmoronarte cuando tengas que enfrentarte a un comportamiento desafiante por parte de tus hijos.
1. No te lo tomes de forma personal
Cuando tu hijo se niega a desayunar, no lo hace con la intención de frustrarte. Cuando la niña no quiere subirse al coche, no lo hace para molestarte. Un comportamiento desafiante y fuera de lugar es la señal de que tu hijo se siente desconectado. Los niños que se portan mal no lo hacen para conseguir tu atención. Lo hacen porque necesitan atención y mantener la conexión contigo. Enfadarte es lo peor que puedes hacer en ese momento.
2. Piensa en el motivo de su reacción
Imagina que un día te levantas y, antes de que puedas desperezarte, alguien te dice lo que tienes que hacer. Te dicen lo que tienes que ponerte, lo que tienes que comer, a la hora a la que deber salir de casa, y así sucesivamente. No digo que haya que dejar que los niños tomen las riendas, pero si intentas ponerte en su lugar, con su casi inexistente autonomía, quizás entiendes su deseo de poder, aunque sea poder para desafiar.
3. Habla contigo misma
No hay mejor manera para tranquilizarse que hablar con uno mismo. Para asimilar que no es un ataque personal contra ti, tendrás que hablar con tu yo interno y dilucidar qué es lo que está ocurriendo. Esto significa que cuando el niño empieza con su "No quiero vestiiiirme" y tu primera reacción es "¡NO ME IMPORTA! ¡VÍSTETE AHORA MISMO!", podrías guardarte eso para ti en vez de exteriorizarlo, y decirte a ti misma: "Respira hondo. El niño se niega a vestirse y yo lo que quiero es chillar, pero puedo tranquilizarme". Si te dices a ti misma que no quieres comenzar una discusión, te convencerás para reaccionar de forma más efectiva.
4. Reflexiona en voz alta sobre los sentimientos del niño, muestra que los tienes en cuenta
Deja que el niño exprese sus quejas, tómatelas con calma y háblale con dulzura. (Sí, se supone que esto es posible si antes has tenido una conversación contigo misma). Inténtalo con algo así: "Ya sé que no te quieres bajar del coche. Ya veo cómo te agarras al asiento y quizás estás pensando que no te vas a bajar del coche por nada del mundo". Así, haces un pausa en mitad de la espiral de enfado en la que os habíais metido. Cuando pronuncias en voz alta (y tranquila) qué es lo que sucede, cuál es el problema, tu hijo se siente reconocido. Y como no te estás implicando en ningún tipo de lucha por el poder, no hay ni autoridad ni control contra la que el niño pueda reaccionar.
5. Párale los pies solo cuando se ponga agresivo
Me refiero a que cuando tu hijo pierde completamente los nervios no hay forma de hacerle entrar en razón. Si se pone tonto por algo, mantén la calma y déjale hasta que se tranquilice. Eso sí, si empieza a dar golpes, sujétale los brazos y dile "eso no te lo consiento". Si contraataca y se pone a gritar "te odio, eres la peor madre del mundo", no tengas en cuenta sus palabras. Al menos ha pasado de expresar de forma muy inapropiada su agobio y su enfado (mediante golpes) a otro modo un poco más civilizado (ponerse a gritar). No lo hagas más difícil. Demuestra que tu corteza prefrontal está completamente desarrollada. Tú puedes.
6. Ten una opinión positiva de tu hijo
Considera que criar a unos individuos respetuosos, amables y productivos forma parte de una maratón, no de un sprint. Este es otro momento perfecto para que tengas una conversación contigo misma: "Mi hijo es pequeño y todavía está aprendiendo. Su cerebro aún no está desarrollado del todo y necesita que le guíe con cuidado". Confía en él para las cosas del día a día. Quizás se empeña en no salir de casa a una hora concreta, pero probablemente no tenga problema en hacerlo diez minutos más tarde. Piensa que al final te hará caso.
7. Utiliza el humor y los juegos de poder
El humor, si se usa de manera sabia, es una herramienta muy valiosa. Te sugiero que emplees un tono gracioso evitando el sarcasmo y la burla. Si tu hijo se resiste a lavarse los dientes, puedes decir: "Mmm, pues si cierras la boca, me imagino que es porque prefieres cepillarte la nariz y los oídos en su lugar". Ríete y ellos se reirán... y después de las risitas, serán obedientes. Los juegos de poder consisten en dejar que el niño se quede con el rol del poderoso. Tumbar a Papá es uno de nuestros juegos favoritos.
Sé que cuando las cosas se van de las manos, resulta difícil (muy difícil) mantener el control y la calma en vez de reaccionar mal, pero recuerda que tus hijos se fijan en tus gestos y los imitan. Estos consejos te ayudarán a no perder los nervios; pronto verás los resultados: mejorará la relación con tus hijos así como su comportamiento.
me hizo muy bien leer esto :)
ResponderBorrarQué gusto, Estefanía. ¡Saludos y buenas lunas! <3
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