A diario miles de mujeres en todo el mundo son acosadas sexualmente en el transporte público. Miradas que van mucho más allá del cruce, proposiciones fuera de lugar, tocamientos indeseados aprovechando el anonimato de metros abarrotados, fotografías clandestinas tomadas por debajo de las faldas… Países como Tailandia, México o Japón han habilitado vagones solo para mujeres en algunos de sus trenes. Preguntamos a sus usuarias sobre la efectividad de la segregación por sexo.
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Este verano Tailandia resucitó deprisa y corriendo los vagones para mujeres y menores en sus trenes de largo recorrido. La medida no fue casual en el tiempo: apenas dos semanas antes una niña de 13 años era violada, asesinada y tirada desnuda por la ventanilla del tren en el que viajaba de Surat Thani a Bangkok (un trayecto muy frecuentado por locales y, sobre todo, turistas). Wanchai Saengkhao, un empleado del ferrocarril de 22 años, confesó ser el autor del crimen antes de que se encontrara el cadáver. Alegó estar bajo los efectos del alcohol y de las metanfetaminas, según informó el Bangkok Post.
El brutal crimen sacudió los cimientos de la sociedad tailandesa, y muchas voces exigieron el castigo máximo para el violador y asesino: la pena de muerte. En la actualidad, el Código Penal tailandés castiga la violación con multas de entre 8.000 y 40.000 baths (entre 190 y 953 euros) y penas de cárcel de entre 4 y 20 años, aunque algunos colectivos denuncian la frecuente reducción de los encierros por buena conducta.
“No deberían ofrecerse servicios para mujeres, debería garantizarse la seguridad de hombres y mujeres en los servicios de movilidad. Tal cual, mucho más cuando es servicio público”, opina la periodista mexicana Arlene Bayliss
De momento, la respuesta inmediata de la Junta Militar de Tailandia –organismo al frente del país tras el golpe de estado del 22 mayo de 2014– ha sido reabrir el servicio de trenes solo para mujeres e infantes. La medida fue anunciada a principios de agosto con mucha pompa, colándose en la portada de casi todos los medios nacionales y haciendo bastante ruido a nivel internacional. Un mes después de ponerse en marcha, la medida no se cumple: en los vagones para mujeres y niños se ven hombres también.
Propaganda o no, los habitantes del país de las sonrisas observan esta iniciativa con escepticismo. “Los vagones para mujeres pueden ayudar pero necesitan tener instaladas cámaras. También estaría bien que policías o personal de seguridad los vigilara de vez en cuando”, opina Thanarat Rattanawibul, una tailandesa de 32 años que evita tomar taxis en Bangkok tras la puesta de sol. Ella considera que la ley debe ser más dura en los casos de acoso y, sobre todo, de violación. La joven de clase media alta está convencida de que “el castigo para un violador debería ser la pena de muerte o la cadena perpetua”.
MÉXICO, SERVICIO INSUFICIENTE
Pero no solo Tailandia opta por la separación, en este caso aparentemente más propagandística que real, del ‘objeto de deseo’ y su potencial acosador. Otros países vienen implementando medidas similares en sus servicios de transporte con el objetivo de “garantizar la seguridad de sus ciudadanas” desde mucho tiempo atrás.
En México el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública y Procuración de Justicia del DF y el Instituto de Mujeres del Distrito Federal pusieron en marcha el programaViajemos Seguras en el Transporte Público de la Ciudad de México en 2008. Desde entonces operan en el metro vagones para mujeres e infantes en las horas punta, así como autobuses solo para pasajeras y, cada vez más, servicios de taxi solo para ellas. Según sus organizadores, las denuncias por abuso sexual se redujeron en un 26 por ciento durante el primer mes de vida de la iniciativa. Sus usuarias le encuentra puntos débiles.
“Estos servicios no resuelven el problema, dan una alternativa pero igual sigue ocurriendo, sigues estando en riesgo y más como mujer. También se dan los robos en servicios para mujeres, pero si es cierto que no tanto como en servicios ofrecidos por hombres”, explica la periodista mexicana Arlene Bayliss. Para ella “psicológicamente es mejor viajar en los vagones de mujeres pero tienen horarios y son los primeros en llenarse. En el caso de México creo que se queda corto. Si quieres un taxi para mujeres te tardas el doble que tomar el primero que pasa”.
Esta reportera tijuanense que vivió una larga temporada en México DF, asegura no haber sufrido acoso sexual en el transporte público de esta ciudad, pero sí haber sido asaltada al menos una vez. El ladrón salió corriendo con su mercancía y huyó en un taxi. “No deberían ofrecerse servicios para mujeres, debería garantizarse la seguridad de hombres y mujeres en los servicios de movilidad. Tal cual, mucho más cuando es servicio público y más aún con empresas privadas”, opina.
PELIGRO, CHIKAN EN EL METRO
Japón viene arrastrando un gravísimo problema de acoso sexual en el transporte público desde tiempos inmemoriales. Aunque su Código Penal tipifica y castiga esta conducta ilegal, el acoso sexual sigue teniendo gran arraigo en el país del sol naciente. ONU Mujeres denuncia que “el 60 por ciento de las japonesas de entre 20 y 30 años que utilizaron el transporte público sufrieron tocamientos indeseados en 2004”.
El chikan (acosador) actúa generalmente amparado en el anonimato del vagón abarrotado, lugar que aprovecha para susurrar, rozar, acariciar o hacer fotos a su víctima. “Suelen ser veinteañeras (en un 50% de los casos) o menores (en un 30% de los casos) lo cual agrava la situación”, considera Laura Tomàs Avellana, experta en Sociedad y Cultura de Asia Oriental que ha realizado estudios de género sobre masculinidad y masculinidades japonesas.
Según publicó en Japonismo, portal que fundó y dirige desde hace 8 años, en 2008 solo en la ciudad de Tokio se reportaron oficialmente 2.169 casos de acoso en el metro, la cifra más baja desde 2005. “Es curioso cómo esta cifra que a priori parece altísima, en Japón se ve como un triunfo porque es la más baja de los últimos años”, destaca. Para ella, los vagones solo para mujeres han contribuido a rebajar las estadísticas de acoso sexual aunque no son la solución definitiva al problema.
Tampoco Yoko Ikuno, una joven residente en Kobe, siente especial devoción por estos vagones: “Cuando los utilizo es porque encuentro más asientos libres. No hago mucha distinción entre un vagón u otro”. Ella, que asegura no haber presenciado nunca una situación de acoso sexual, sí ha sido testigo de cómo varones toman asiento en unos vagones exclusivos a los que teóricamente no pueden subir. “He visto en más de una ocasión a algún hombre (a veces, varios hombres) sentado en algún vagón para mujeres sin preocuparse de las miradas de reojo que echaban las que se encontraban alrededor de él. Algunos hombres suben por un momento sin querer y, al darse cuenta de que están en el vagón para mujeres, inmediatamente se van al vagón de al lado. Pero la mayoría de los hombres se quedan ahí hasta el final un poco adrede, en mi opinión”, explica la joven.
A su juicio, segregar por sexos a los viajeros en el transporte público japonés no está resultando suficientemente eficaz para erradicar el problema del acoso sexual: “Es verdad que si las mujeres pueden estar en unos vagones aparte durante sus viajes en el transporte público ese rato podrán liberar el estrés acumulado por los actos machistas en sus lugares de trabajo. Pero hasta que no desaparezca el machismo seguirá existiendo problema”.
Un mes después de ponerse en marcha en Tailandia, la medida no se cumple: en los vagones para mujeres y niños se ven hombres también./ C.E. Lozano
LA CALLE CONTRA EL ACOSO SEXUAL
Mientras Tailandia (supuestamente), México y Japón intentan atajar el problema del acoso sexual en el transporte público con medidas como establecer vagones para el sexo femenino, ciudadanas de medio mundo se organizan a pie de calle para luchar contra estos ataques a la libertad sexual. Con este espíritu nació Hollaback, cuyo nombre viene a significar ponte en contacto conmigo. A través de su página web toda mujer que lo desee puede compartir su experiencia de acoso y ponerse en contacto con personas de su entorno o de cualquier lugar del mundo que hayan pasado por lo mismo, estén dispuestas a apoyarla o a luchar contra ello activamente. En Buenos Aires (Argentina), Lima (Perú) y México DF ya cuentan con comunidad física.
En India, donde el problema ya no del acoso sino de la violencia contra las mujeres en todas sus formas no parece estar entre las principales preocupaciones de su Gobierno central, la organización Blanknoise intenta tender puentes para luchar contra el acoso sexual y, especialmente, las violaciones. Información, grupos de trabajo y campañas de sensibilización son parte de las actividades que lleva a cabo este proyecto.
En Egipto, desde 2010 se viene confeccionando un HarassMap (literalmente, mapa del acoso) con el objetivo de que víctimas y testigos de asalto y acoso sexual puedan denunciar de forma pública pero anónima lo vivido a fin de hacer visible el problema. Cualquiera que lo desee puede consultar los testimonios sin necesidad de registro previo. Cada una de estas experiencias de abuso viene marcada con un color determinado en función de su naturaleza: tocamiento (morada), comentarios (mostaza), seguimientos (azul clarito), etc. Hasta la fecha, más de 1.300 experiencias han sido compartidas, de las cuales más de un millar ocurrieron en El Cairo o alrededores.
“La información del mapa nos ayuda a romper estereotipos de dónde, cuando y a quien se acosa. Los datos demuestran que pasa en todas las calles. Cuando la gente ve lo común que es realmente, que puede pasar en su calle y que puede ir contra cualquier persona, se indigna”, afirman las impulsoras de esta iniciativa, que se presenta como la primera que trabaja de forma independiente contra el acoso y los asaltos en Egipto. A su abrigo han surgido otros mapas en África, aunque no con el mismo éxito. Véase el caso de Yemen donde entre agosto de 2011 y agosto de 2013 se volcaron en la web 66 casos de acoso.
Tomado de://www.pikaramagazine.com
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