Originalmente publicado en Revista Cultural
Hay numerosos ejemplos por todo el mundo en el que las mujeres, en diferentes esferas de su comunidad, son la base y juegan un papel central. ¿Pero qué es el matriarcado? ¿Son, en verdad, matriarcados, o sólo se trata de un mito occidental?
Hace 13 años, un grupo de mujeres en Kenia creó la aldea de Umoja que significa “la unidad”, en el idioma swahili. Una aldea dirigida completa y exclusivamente por mujeres, donde sentirse protegidas del maltrato y donde ir en busca de ayuda o simplemente consejo.
Rebecca Lolosoli es la matriarca de este pueblo. A los 13 años de edad fue obligada a casarse con un hombre que le triplicaba en edad. Violada y abandonada a su suerte, supo luchar por sus ideales y crear esta aldea con ayuda de sus compañeras.
Los Mosuo, en China, viven en la región del lago Lugu, un lugar aislado (hoy día para llegar hacen falta 9 horas en jeep) que ha permitido que el sistema de línea materna floreciera y perdurara. Es, quizá, el legado de una época en la que era frecuente que los padres murieran en guerras, vivieran como nómadas o fueran monjes budistas. En ausencia de los hombres, las mujeres recogían las cosechas, daban de comer a las familias e imponían las normas.
Como en otras comunidades matriarcales, no hay violencia; son comunes el buen trato y la hospitalidad. Entre los Mosuo no tienen ninguna palabra para los conceptos de “asesinato”, “guerra”, “violación” o “cárcel” En este lugar, las mujeres son las únicas propietarias. La herencia se transmite de madre a hija. En cada una de las familias hay una matriarca , y ella cuida y administra todos los asuntos económicos y sociales del clan y de todas sus posesiones: la casa, los campos, los animales domésticos y el alimento. El clan está formado por una mujer, sus hijos, su madre, sus hermanos, sus hermanas y los hijos de esas mismas hermanas. No existen los maridos.
No existe el matrimonio. Los hombres y las mujeres nunca viven juntos; el hombre se encuentra, por las noches, a solas con su amada. Se mantienen enlazados sólo por el afecto, así que cuando éste desaparece nada los liga y se separan. Casi sin excepción, los hombres siguen viviendo, incluso después de ser padres, en casa de su madre, y ayudan a criar a los hijos de sus hermanas.
Frente la costa de Guinea Bissau, en Orango Grande, hay una sociedad matriarcal (etnia Bijagó) donde las mujeres gestionan la economía, el bienestar social, la ley… y el amor. En el tema del amor, son las mujeres, y no los hombres, quienes eligen. Ellas proponen públicamente colocando a sus futuros novios un plato de pescado marinado en aceite de palma roja. Una vez hecha la oferta, los hombres no pueden negarse. Rechazarlo hubiera significado deshonrar a su familia.
Juchitán está en Oaxaca, México. La expectativa de vida es la más alta de México. El 81.6% de los niños están bien alimentados, algo llamativo teniendo en cuenta que la desnutrición infantil en otros lugares de México llega al 80%.
El comercio tradicional en Juchitán ha estado y está en manos femeninas, y se basa en la buena comida autóctona y en la economía de prestigio. En Juchitan se celebran mas de 600 fiestas al año, en las que se produce una constante redistribución de la riqueza material y humana. El honor y prestigio se adquiere mediante estas suntuosas fiestas de abundante comida y bebida.
Las mujeres exiliadas de Sáhara Occidental son los pilares sobre los que se asientan los campamentos de refugiados. Los Comités y Subcomités están dirigidos prácticamente por mujeres en todas las dairas. Ellas mantienen en pie las jaimas, articulan la vida social y económica de los campamentos y llevan, en definitiva, la administración de una supervivencia digna durante los casi 40 años que dura el exilio.
En Meghalaya, noreste de la India y gran parte del norte-este, no hay ninguna restricción a la circulación física de la mujer, ni en su atuendo. No hay quema de novias, ni infanticidio femenino y no hay ningún estigma social asociado a una viuda para volver a casarse.
Tampoco hay dote: la mujer hereda todos los bienes aquí. Las mujeres dirigen empresas familiares, dominan los hogares y toman todas las decisiones clave de la familia.
Pero la violencia doméstica contra las mujeres está aumentando en Meghalaya. El número de casos de violación y abuso sexual contra las mujeres ha ido en aumento. La influencia del resto de la India y su cultura, llevada a través de las películas de Bollywood, comienza a tener efecto.
Al fin y al cabo, no se trata de ginecocracias, porque las mujeres no ostentan la autoridad política, sólo la familiar. A nivel político, delegan en un hombre… ¿Entonces, existe el matriarcado?
Joan Manuel Cabezas, antropólogo, explica que lo que existe en occidente es “un mito sobre el matriarcado, fruto de la burguesía occidental europea, y cuyo principal ideólogo fue Bachofen, (jurista y antropólogo suizo) con la publicación en 1861 del libro El Derecho de la Madre. Según Bachofen, en los inicios de los tiempos hubo una época de gran tiranía sexual de los hombres, el ‘Hetairismo’, que causó que algunas mujeres se rebelaran y sometían a los hombres, establecían la familia y los obligaban a casarse.” Así surgió el mito del matriarcado “en el que se relaciona a las mujeres con la sociedad salvaje y primitiva, con la naturaleza, y que se contrapone al patriarcado que se asocia a la sociedad civilizada, política, industrial. Este mito también sirve como argumento para la dominación de los ‘salvajes’ de los pueblos que se estaban colonizando”, añade Cabezas.
“Anular el matriarcado basándose en que las mujeres no gobiernan, a pesar del hecho de que ellas juegan un papel central en otros aspectos, siempre me ha sonado a androcéntrico, rozando la misoginia.” rebate Peggy Reeves Sanday, antropóloga, que como Henrietta L. Moore y muchas otras antropólogas, denuncia el etnocentrismo de la Antropología y del Feminismo. Afirman que la situación de las mujeres no puede medirse con parámetros occidentales porque lo que en occidente es valorado como dador de poder, en otra cultura puede no ser tan relevante.
“Demasiados antropólogos han estado buscando una sociedad en la cual las mujeres controlan todos los aspectos de la vida cotidiana, incluido el gobierno”, dice Reeves. “Este modelo (y una perspectiva muy occidental sobre el poder) no encaja muy bien cuando observas culturas no occidentales, como los Minangkabau. En Sumatra Occidental mujeres y hombres se relacionan más como socios que desean alcanzar el bien común que como competidores gobernados por el egocéntrico interés propio.” Es decir, un matriarcado no es un patriarcado al revés (al igual que el feminismo no es lo contrario al machismo), no es una sociedad en la cual el poder y los recursos se encuentran en manos de las mujeres.
Ifi Amadiume es una antropóloga africana que estudió su propia cultura (Igbo de Nnobi en Nigeria). Su libro documenta que antes del siglo XIX, la cultura Nnobi exhibía un fuerte principio matricéntrico/matrifocal en la organización familiar; madres e hijos formaban distintas unidades económicas autosuficientes. Su sistema de género permitió crear la institución de las “hijas masculinas” (hijas que heredaban el patrimonio del padre y su linaje) y las “marido femeninas” (el matrimonio entre mujeres). Tras el colonialismo británico, el alto estatus social de la mujer fue suprimido por los sistemas occidentales de religión, educación y gobierno basados en principios patriarcales. De esta manera, la autora critica el actual etnocentrismo de los estudios sociales occidentales sobre la situación de las mujeres africanas.
Sin embargo, Britt-MarieThurén, también antropóloga, recalca que “El patriarcado es más o menos universal. Esto hay que matizarlo de muchas maneras, pero en algún sentido, en casi todo el mundo en muy pocas excepciones, las mujeres normalmente tienen menos posibilidades que los hombres de su misma sociedad, de su misma categoría social, etc.”
“Un hombre del público me dijo en una conferencia: “Entonces lo que estás diciendo es que el patriarcado es inevitable, si siempre ha existido y esta en todas partes no hay más remedio” (puso cara de contento ante esta constatación). Pero dije que no, porque hay cosas que nunca ha habido en el mundo y que en un momento dado empiezan a existir, como la agricultura. Los seres humanos estuvimos viviendo miles de años sin agricultura, ¿Por qué no va a empezar a suceder algo parecido con las relaciones de género? Podemos tener una esperanza de la evidencia abrumadora…”
Hay numerosos ejemplos por todo el mundo en el que las mujeres, en diferentes esferas de su comunidad, son la base y juegan un papel central. ¿Pero qué es el matriarcado? ¿Son, en verdad, matriarcados, o sólo se trata de un mito occidental?
Hace 13 años, un grupo de mujeres en Kenia creó la aldea de Umoja que significa “la unidad”, en el idioma swahili. Una aldea dirigida completa y exclusivamente por mujeres, donde sentirse protegidas del maltrato y donde ir en busca de ayuda o simplemente consejo.
Rebecca Lolosoli es la matriarca de este pueblo. A los 13 años de edad fue obligada a casarse con un hombre que le triplicaba en edad. Violada y abandonada a su suerte, supo luchar por sus ideales y crear esta aldea con ayuda de sus compañeras.
Los Mosuo, en China, viven en la región del lago Lugu, un lugar aislado (hoy día para llegar hacen falta 9 horas en jeep) que ha permitido que el sistema de línea materna floreciera y perdurara. Es, quizá, el legado de una época en la que era frecuente que los padres murieran en guerras, vivieran como nómadas o fueran monjes budistas. En ausencia de los hombres, las mujeres recogían las cosechas, daban de comer a las familias e imponían las normas.
Mosuo, David Newbegin |
Como en otras comunidades matriarcales, no hay violencia; son comunes el buen trato y la hospitalidad. Entre los Mosuo no tienen ninguna palabra para los conceptos de “asesinato”, “guerra”, “violación” o “cárcel” En este lugar, las mujeres son las únicas propietarias. La herencia se transmite de madre a hija. En cada una de las familias hay una matriarca , y ella cuida y administra todos los asuntos económicos y sociales del clan y de todas sus posesiones: la casa, los campos, los animales domésticos y el alimento. El clan está formado por una mujer, sus hijos, su madre, sus hermanos, sus hermanas y los hijos de esas mismas hermanas. No existen los maridos.
No existe el matrimonio. Los hombres y las mujeres nunca viven juntos; el hombre se encuentra, por las noches, a solas con su amada. Se mantienen enlazados sólo por el afecto, así que cuando éste desaparece nada los liga y se separan. Casi sin excepción, los hombres siguen viviendo, incluso después de ser padres, en casa de su madre, y ayudan a criar a los hijos de sus hermanas.
Frente la costa de Guinea Bissau, en Orango Grande, hay una sociedad matriarcal (etnia Bijagó) donde las mujeres gestionan la economía, el bienestar social, la ley… y el amor. En el tema del amor, son las mujeres, y no los hombres, quienes eligen. Ellas proponen públicamente colocando a sus futuros novios un plato de pescado marinado en aceite de palma roja. Una vez hecha la oferta, los hombres no pueden negarse. Rechazarlo hubiera significado deshonrar a su familia.
Mujeres africanas, N. Feans |
Juchitán está en Oaxaca, México. La expectativa de vida es la más alta de México. El 81.6% de los niños están bien alimentados, algo llamativo teniendo en cuenta que la desnutrición infantil en otros lugares de México llega al 80%.
El comercio tradicional en Juchitán ha estado y está en manos femeninas, y se basa en la buena comida autóctona y en la economía de prestigio. En Juchitan se celebran mas de 600 fiestas al año, en las que se produce una constante redistribución de la riqueza material y humana. El honor y prestigio se adquiere mediante estas suntuosas fiestas de abundante comida y bebida.
Las mujeres exiliadas de Sáhara Occidental son los pilares sobre los que se asientan los campamentos de refugiados. Los Comités y Subcomités están dirigidos prácticamente por mujeres en todas las dairas. Ellas mantienen en pie las jaimas, articulan la vida social y económica de los campamentos y llevan, en definitiva, la administración de una supervivencia digna durante los casi 40 años que dura el exilio.
Saharauis, Alvaro León Rodriguez |
En Meghalaya, noreste de la India y gran parte del norte-este, no hay ninguna restricción a la circulación física de la mujer, ni en su atuendo. No hay quema de novias, ni infanticidio femenino y no hay ningún estigma social asociado a una viuda para volver a casarse.
Tampoco hay dote: la mujer hereda todos los bienes aquí. Las mujeres dirigen empresas familiares, dominan los hogares y toman todas las decisiones clave de la familia.
Pero la violencia doméstica contra las mujeres está aumentando en Meghalaya. El número de casos de violación y abuso sexual contra las mujeres ha ido en aumento. La influencia del resto de la India y su cultura, llevada a través de las películas de Bollywood, comienza a tener efecto.
Al fin y al cabo, no se trata de ginecocracias, porque las mujeres no ostentan la autoridad política, sólo la familiar. A nivel político, delegan en un hombre… ¿Entonces, existe el matriarcado?
Joan Manuel Cabezas, antropólogo, explica que lo que existe en occidente es “un mito sobre el matriarcado, fruto de la burguesía occidental europea, y cuyo principal ideólogo fue Bachofen, (jurista y antropólogo suizo) con la publicación en 1861 del libro El Derecho de la Madre. Según Bachofen, en los inicios de los tiempos hubo una época de gran tiranía sexual de los hombres, el ‘Hetairismo’, que causó que algunas mujeres se rebelaran y sometían a los hombres, establecían la familia y los obligaban a casarse.” Así surgió el mito del matriarcado “en el que se relaciona a las mujeres con la sociedad salvaje y primitiva, con la naturaleza, y que se contrapone al patriarcado que se asocia a la sociedad civilizada, política, industrial. Este mito también sirve como argumento para la dominación de los ‘salvajes’ de los pueblos que se estaban colonizando”, añade Cabezas.
“Anular el matriarcado basándose en que las mujeres no gobiernan, a pesar del hecho de que ellas juegan un papel central en otros aspectos, siempre me ha sonado a androcéntrico, rozando la misoginia.” rebate Peggy Reeves Sanday, antropóloga, que como Henrietta L. Moore y muchas otras antropólogas, denuncia el etnocentrismo de la Antropología y del Feminismo. Afirman que la situación de las mujeres no puede medirse con parámetros occidentales porque lo que en occidente es valorado como dador de poder, en otra cultura puede no ser tan relevante.
“Demasiados antropólogos han estado buscando una sociedad en la cual las mujeres controlan todos los aspectos de la vida cotidiana, incluido el gobierno”, dice Reeves. “Este modelo (y una perspectiva muy occidental sobre el poder) no encaja muy bien cuando observas culturas no occidentales, como los Minangkabau. En Sumatra Occidental mujeres y hombres se relacionan más como socios que desean alcanzar el bien común que como competidores gobernados por el egocéntrico interés propio.” Es decir, un matriarcado no es un patriarcado al revés (al igual que el feminismo no es lo contrario al machismo), no es una sociedad en la cual el poder y los recursos se encuentran en manos de las mujeres.
Ifi Amadiume es una antropóloga africana que estudió su propia cultura (Igbo de Nnobi en Nigeria). Su libro documenta que antes del siglo XIX, la cultura Nnobi exhibía un fuerte principio matricéntrico/matrifocal en la organización familiar; madres e hijos formaban distintas unidades económicas autosuficientes. Su sistema de género permitió crear la institución de las “hijas masculinas” (hijas que heredaban el patrimonio del padre y su linaje) y las “marido femeninas” (el matrimonio entre mujeres). Tras el colonialismo británico, el alto estatus social de la mujer fue suprimido por los sistemas occidentales de religión, educación y gobierno basados en principios patriarcales. De esta manera, la autora critica el actual etnocentrismo de los estudios sociales occidentales sobre la situación de las mujeres africanas.
Sin embargo, Britt-MarieThurén, también antropóloga, recalca que “El patriarcado es más o menos universal. Esto hay que matizarlo de muchas maneras, pero en algún sentido, en casi todo el mundo en muy pocas excepciones, las mujeres normalmente tienen menos posibilidades que los hombres de su misma sociedad, de su misma categoría social, etc.”
“Un hombre del público me dijo en una conferencia: “Entonces lo que estás diciendo es que el patriarcado es inevitable, si siempre ha existido y esta en todas partes no hay más remedio” (puso cara de contento ante esta constatación). Pero dije que no, porque hay cosas que nunca ha habido en el mundo y que en un momento dado empiezan a existir, como la agricultura. Los seres humanos estuvimos viviendo miles de años sin agricultura, ¿Por qué no va a empezar a suceder algo parecido con las relaciones de género? Podemos tener una esperanza de la evidencia abrumadora…”
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