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jueves, 22 de mayo de 2014

Pesticida común “perturba” el cerebro de niñxs


por David Biello

Prohibido su uso en interiores desde 2001, los efectos del insecticida común,  conocido como clorpirifos, todavía pueden encontrarse en los cerebros de niños pequeños que acercan a la pubertad. Un estudio reciente usó imágenes magnéticas para revelar que aquellos niños expuestos a los clorpirifos en útero presentaban cambios persistentes a nivel cerebral todavía durante su niñez.



Los cerebros de los viente (20) niños expuestos a niveles más altos de clorpirifos en la sangre de la madre (medida a través del serum del cordón umbilical) “se veía distinto” al ser comparado con los cerebros de aquellos niños que fueron expuestos a niveles más bajos de esta sustancia química, comenta la epidemióloga Virginia Rauh de la Mailman School of Public Health adscrita a Columbia University, quien condujo la investigación publicada en línea el pasado 30 de abril. “Durante el desarrollo del cerebro, se presentó algún tipo de afectación.”

Los 6 niños y 14 niñas pequeñas, cuyas madres fueron expuestas a clorpirifos cuando el uso de estos dentro del hogar era común mientras se utilizaron insecticidas de aerosol antes de ser prohibidos, tenían entre 7 y casi 10 años. Todos provenían de familias Dominicanas o Afro-Americanas en la región de la ciudad de Nueva York. Comparados con 20 niños provenientes de familias neuyorkinas del mismo tipo, quienes tenían niveles relativamente bajos de clorpirifos en sangre del cordón umbilical, los 20 niños con dosis más altas tenían protuberancias en algunas regiones de la corteza cerbral yadelgazamientos en otras regiones. “Hubo cambios volumétricos cuantificables en la cortza cerebral,” apunta Rauh.

Pese a que el estudio no mapeó desórdenes específicos asociados con estos cambios cerebrales, las regiones afectadas están asociadas con funciones como la atención, la toma de decisiones, el lenguaje, el control de impulsos y la memoria funcional. Las “anomalías estructurales del cerebro pueden ser un mecanismo, o podrían explciarnos por qué encontramos déficits cognitivos en niños” en estudios anteriores, señala Rauh.

Estos hallazgos recuerdan resultados similares que arrojaron otros estudios sobre los efectos de este insecticida en otros animales. (Dicho insecticida) continúa siendo ampliamente utilizado en la agricultura para matar insectos que perjudican las cosechas. Las ratas expuestas a este químico también experimentan cambios a nivel cerebral, así como un comportamiento alterado - todo esto con dósis inferiores a la que es considerada segura de acuerdo con las actuales normas federales de la Agencia Estadounidense de Protección Ambiental (EPA, según sus siglas en inglés). El cambio, al menos para las ratas, es irreversible.

Los estudios anteriores han ligado la presencia de clorpirifos en niños con todo, desde el bajo peso al nacer hasta problemas de atención en casos de exposicón, tanto urbana como por actividad agrícola. Y una dósis baja, pero aún medible alcanza a todavía otras poblaciones por la via de los alimentos -un estudio que alimentó a niños con una dieta de comida orgánica demostró que bajaron los niveles de clorpirifos y otros pesticidas con organofosfatos, aunque posteriormente rebotaron cuando los niños regresaron a su dieta normal. El insecticida es utlizado para todo, desde duraznos hasta cilantro. “Son las frutas y verduras,” las que cargan clorpirifos, advierte Rauh.

Claro que sigue sin quedar claro qué daños, si los hubiera, implican tales dósis, pero desde ahora sabemos que parece que la exposición a los clorpirifos desde el útero tiene impactos en la estructura cerebral. Dichos cambios persisten cuando menos durante la infancia. Y los niños en este estudio fueron expuestos a niveles más bajos de clorpirifos que aquellos niveles que se encuentran en muestras al azar en un banco de sangre en Cincinnati. El estudio de estas muestras mostró niveles dos veces más altos que los que se encontraron en los niños afectados. También sigue sin quedar claro si los cambios en el cerebro  -algunos de los cuales alteran las características masculinas o femeninas del cerebro- tendrán algún impacto en la pubertad. “Si se verán o no efectos cuantificables, todavía no está claro,” dice Rauh. “Con suerte, más adelante, podremos responder algunas de esas preguntas y determinar si el proceso de la pubertad u otros aspectos de diferenciación sexual pueden ser evaluados.”

La buena noticia es que el lavar las frutas y verduras puede eliminar los clorpirifos que se han quedado atrás y, supuestamente, migitar cualquier riesgo. Además, aunque los clorpirifos pueden persister en ambientes de interiores, se descomponen relativamente rápido cuando son expuestos a la luaz solar y a otros elementos naturales.  Y la EPA está ahora dando seguimiento a la prohibición previa que limitaba su uso en interiores, reevaluarán sus reglas de manera más amplia (http://www.scientificamerican.com/article.cfm?id=chemical-controls). “Tenemos muchos químicos de riesgo en nuestro medio ambiente,” dice Rauh. “Necesitamos determinar si el riesgo persiste, si es reversible y ver el contexto regulatorio de estos químicos.”

Por ahora, sin embargo, el uso de clorpirifos continúa siendo extendido en la agricultura convencional. “Comer lo orgánico es una gran idea, no obstante, es muy caro y está fuera de alcance para muchas familias promedio,” tales como las que participaron en este estudio, observa Rauh. Es una “mejor idea lavar tus manzanas. Ello podría eliminar una gran variedad de problemas.”


Imagen: © iStockphoto.com / Federico Rostagno

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